Un día en el refugio Saharaui


Por: Alejandro Toro 

Mi viaje al Sáhara puede ser un vuelo a la magia infinita de las dunas, un espectáculo visual de eternos horizontes de oro y azul celeste, pero ahí, donde el silencio del desierto ancestral continúa, se teje la terrible realidad de un futuro tan atroz como imparable.

En las noches, cuando el calor desciende y el leve murmullo de la arena caminando libre por las dunas se mezcla con lejanos llamados de cabritos y el rezo gutural del corán, en la jaima grande, donde se reúne la familia, inicia el largo y dulce rito del té, los niños corren, saltan, cuentan sus historias del día y terminamos bailando todos en una improvisada fiesta de lenguas diferentes al ritmo de corazones que laten con igual pasión por la humanidad.

La sombra de un futuro terrible parece cubrir la fiesta, los gritos continúan y el baile sigue frenético en la jaima, pero no puedo dejar de pensar en la guerra que se viene colando por las fisuras de la ira, la indignidad, la espera en tierras prestadas y áridas, del eco mudo que golpea tribunales y organismos, países y personajes y sólo viene convertido en limosnas de ayuda, que son muy importantes para sobrevivir con lo necesario, pero no suficientes  para vivir con la dignidad de sentirse en casa.

Qué será de Hamed, de Marien y su risa infinita, que será de los ojos de Isha y el baile genial de Majmud cuando llegue la guerra y su lápiz se transforme en fusil. La guerra no mata soldados sino personas que cantan y lloran, la guerra no es un asunto cinematográfico en el que la sangre puede ponerse en blanco y negro, es atroz como el fuego que consume la jaima, es mortal con sus bombas que destrozan y sus balas que parten el alma.

Llega la hora del último de los tres vasos de té antes de dormir y las teteras calientes humean, los niños más pequeños quedan dormidos en las esquinas y la estrellas se amontonan en el cielo Argelino, mientras una rebelde y fugaz estrella mira la tierra y pide su deseo en silencio, que los niños y niñas del Sáhara vivan en paz y dignidad arropados con sus sueños.

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